Lo inesperado tiene para mí un encanto casi sobrenatural. Si bien estoy segura de muchas cosas –principalmente de que tomé la decisión correcta-, lo más atractivo de iniciar esta nueva aventura es lo que estoy por descubrir. Esto de enfrentarme a lo insospechado, a lo novedoso es una sensación mágica. Puede ser comparable a la emoción gigante que viví cuando nació Alejandro, o comencé a estudiar, o cuando sentí el amor verdadero por primera y última vez.
Llegar a este momento no ha sido consecuencia del azar. Miro hacia atrás y veo que este era el camino natural. De pequeña, adolescente y ya de grande viví mucho tiempo en El Paraíso, en Caracas. Eran parte de mi cotidianidad caminar todos los días al colegio con mis amigas, compartir lo verde de la avenida Páez, comer un helado en Crema Paraíso o el perro caliente en Ote Yuyú, y también disfrutar de mis inmersiones en teatro bajo la guía de Roberto. El Paraíso en esa época tenía una condición dual: era tranquilo pero vibrante a la vez. Yo sentía que este lugar donde crecí tenía un nombre revelador, que definiría parte de mi futuro. En esta nueva realidad, lo confirmo.
Lo mejor del presente es que sueño, la mayoría de las veces despierta. Juego con un lego de muchos colores, que armo a mi antojo. Respiro la tranquilidad de ser quien soy, con mis afectos, con mis miedos y con mis grandes certezas. Valoro lo aprendido, lo ganado y lo perdido. Además estoy abandonando el temor a equivocarme, si ocurre, aprendo de ello. Amo a Alejandro, a mi familia, a mis amigos. Son los que siempre están allí, sin importar la cercanía o la distancia, los que con una mirada, una palabra o un detalle minúsculo convierten un gesto cualquiera en una sonrisa.
Esta tranquilidad conmigo misma se la debo, en mucho, a lo ocurrido en 2010. Para mí, un año memorable. Un año que me ha puesto a prueba, donde todo ha pasado a mil revoluciones y con vivencias que me han sorprendido y han cambiado mi forma de ver la vida. Un año en el que cerré ciclos, que redefiní mis prioridades, que me hizo ver que postergar lo personal me estaba limitando en mi creatividad. A lo largo de estos meses he vivido lo innombrable, lo inconfesable, la tristeza, la alegría y se ha soltado mi imaginación. No tengo dudas de que el tiempo ha sido perfecto. Sí, me siento privilegiada. Ahora, todo lo miro como una experiencia para aprender y crecer.