Me ubico en las coordenadas 19° 07’ latitud norte y 96° 06’ longitud oeste, en un tercer piso y a unos cuantos metros sobre el nivel del mar. Eso lo aprendí, cuando ayudé a estudiar a Alejandro para su examen de Geografía. Es extraño, tengo tiempo para repasar, preguntar, revisar tareas y todas esas cosas que los padres hacen durante la corta vida escolar. También tengo el espacio para hacer lo que me provoque: para acostarme en mi cama durante un día de semana y sólo mirar el techo, para releer Dios es Redondo, para ir al cine y ver películas buenas y malas, para lavar, fregar los trastos, para decirle a Alejandro que lo amo y escuchárselo decir. En fin, tengo tiempo para lo simple y lo trascendente.
En este contexto, hay cosas que no cambian y una de ellas es que duermo poco. Puedo levantarme “fresquecita” con apenas tres horas de cerrar los ojos. Porque desde que tengo uso de razón no me he detenido. Incluso, cuando tomaba “vacaciones” regresaba extenuada. Mi forma de ser -y hacer- ha estado definida por un cronómetro imaginario. Tengo un gusto brutal por la velocidad, el contrarreloj, y por la sensación de adrenalina que se genera al exigirme más. Ahora, la emoción y el vértigo están marcados por un futuro que recién empiezo a construir.
Mi cuerpo está en Veracruz, mi mente siempre es más inquieta. Pareciera que no quisiera aterrizar, quisiera ir al norte, también al sur. Se imagina bosques, un pasto húmedo, vías solitarias, flores mínimas y playas de arenas blancas. Mi mente dibuja un rostro y un cuerpo, ríe, garabatea guiones e historias, busca y -a veces- no encuentra. Se divierte ausente.
En un segundo, decide escribir y lo dedica a la distancia, a lo imposible. Pregunta y se inventa respuestas. Igual, quisiera ponerse a volar. Todo eso en un mismo paquete. Sabe que esta nueva realidad no durará mucho, porque el “no hacer” tiene sus días contados. Pero, está segura de que éste es el momento para mirar el paisaje, bajarse del auto y caminar.
Me doy la libertad de disfrutar detalles que antes me parecían aburridos e irrelevantes. Ya no me importa tanto el objetivo, quiero aprender en el recorrido, quiero redescubrir, volver a inventar, enamorarme de nuevo, vestirme de rosa, salirme de mi espacio de confort y asumir riesgos. Quiero darle un nuevo sentido a mi oficio y ampliar mi mundo. Quiero ir contra la corriente. Sí, hoy no sólo quiero parecer, quiero ser.
¿Me acompañas? Eres bienvenido.
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