miércoles, 26 de enero de 2011

Mi Regalo



“Quien tiene algo porque vivir,
es capaz de soportar cualquier cómo”
Friedrich Nietzsche


“Pentakismyriohexakisquilioletracosiohexacontapentagonalis”, así me dijo asombrado Alejandro luego de escribir y descubrir, hace unos días, que ésta era la palabra más larga del mundo, con 57 letras y 23 sílabas. Se trata de un polígono de 56.645 lados, equivalente a las múltiples miradas y sonrisas que me provoca a diario esa personita de 12 años. Cuando lo pienso, me siento agradecida y feliz. Hablo de ese sentimiento vívido, irracional y auténtico que experimento al escucharlo, al ver lo que han sido estos tiempos en su compañía. Tiene la sabiduría de contar sus historias a su modo, de adaptarse a lo que conoce y desconoce, siempre con la nobleza de amar y perdonar por sobre todo.

No hay mejor cómplice.


Cuando he perdido la fe, él ha estado allí. Me ha visto sonreír, llorar, pegar gritos, dormir, soñar, saltar y correr. Ha tenido la valentía de acompañarme, de sentarse a mi lado y siempre demostrarme su afecto. Hemos compartido un universo variado que ha significado, entre muchas, lanzarnos en tirolesa, hacer esnórquel en Los Roques, perdernos en Italia, caminar sin descanso por España, ver un sinfín de películas, disfrutar de los amigos, hasta mudarnos a un nuevo país y regresar a la familia. O simplemente pasar una tarde sin hacer nada, contándonos chistes malos o hacer una tarea.

Sí, nos hemos visto crecer el uno al otro y nos hemos acompañado en las grandes y pequeñas aventuras, con entusiasmo y convicción. Ha sido una travesía inigualable, una búsqueda constante y permanente por aprender e imaginar un mundo distinto.



Es el mejor regalo, con una forma precisa y un pensamiento libre. Un regalo que me divierte y disfruto desde el primer día. Un regalo que me hace ir por más. Alejandro es una luz, un amanecer en el trópico y también una noche llena de sorpresas. Es la fórmula perfecta, la expresión de las leyes básicas de la naturaleza, de cómo se concreta una acción y se obtiene un reacción de igual magnitud, con una causa y un efecto. Un infinito y más allá.

Para mí, es tener la certeza de lo que significa el amor sin límites.

sábado, 8 de enero de 2011

Prueba Superada




Parece tan fácil ahora. Las ideas vuelan en mi mente en cualquier momento, sobre todo, a la hora de dormir. Salen livianas, frescas, tranquilas y sin temores para comenzar a transformarse en formas insospechadas. Y mueven todo, sin pedir permiso. Se revelan y se expresan en palabras, en propósitos y en sentimientos. Durante el resto del día, la misma lógica se repite, pero en privado; pues no dudo en aprovechar la lluvia y el sol para seguir soñando.

Últimamente, tengo una fascinación particular por las formas irregulares y he decidido abandonar el modo rosa. Así, empiezo a recorrer los caminos de este presente que -a veces- se torna un poco insípido y me adelanto a diseñar lo que serán mis próximas aventuras. Las imagino divertidas y multicolores, iguales a las panditas (sí, esas gomitas que Alejandro comía en México cuando íbamos al cine).

En este dulce trayecto y con horarios invertidos, me detengo a escribir, a pensar y a hacer un borrador de mis proyectos y de mis propios deseos. Vuelven a mí, las imágenes del cielo azul y el pasto verde con florecitas amarillas, por donde transito con lo imposible. Regresan las causas pérdidas, mientras me entretengo con mi banda sonora y disfruto con la misma intensidad del placer del silencio. También, de vez en cuando, me lanzo en caída libre para percatarme de los prejuicios y de la presión que tenemos todos por obtener ese algo, muchas veces, impuesto. Y me levanto rapidito.

En este juego, mis aciertos y mis faltas los vivo cada uno como una prueba superada. Avanzo, aprendo lecciones, agradezco y tengo la fortaleza para saber cuándo debo disculparme o detenerme. Ese es el reflejo de mi vida paralela –no virtual-, la que fluye y como una sombra camina a diario, conmigo.