Entonces, un día, comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble, pero implacable amo.
Truman Capote
Vale la pena sentir fuerte, con todo, con esperanza. Y las razones parecen infinitas. Están las ganas de asumir lo sencillo de mis momentos felices, mis cambios de rumbo, los accidentes, los imprevistos y, sobre todo, las coincidencias. A esto le sumo la posibilidad de sonreír, y lo liviano que se siente el pensar diferente para disfrutar de estos nuevos caminos.
Admito que tengo miedo. Tengo miedo a perderme detalles, a interpretar -en corto- las señales y las sorpresas que están frente a mí. Tengo miedo a querer más, cuando los estímulos y los deseos se multiplican.
Llegó la hora de recomponer el rompecabezas de planes. Muchas veces cuesta ponerle una forma reconocible a todas esas cosas que pasan por mi mente. Las piezas las ajusto, las muevo, las vuelvo a colocar y ya comienzan a aparecer nuevas y distintas figuras.
Si bien acepto el miedo, éste no me detiene. Me da la oportunidad de cuestionarme, de preguntarme, de llorar un poquito y de inquietarme por otras posibilidades. También me ayuda a reafirmar lo que quiero: Aprender, compartir, ser feliz cada minuto, y ponerle mucho color a esta travesía que físicamente me ubica en un lugar, pero que de manera permanente y mágica me coloca en destinos tan divertidos como disímiles.
Los conceptos rígidos se los dejo a otros. Las diferencias pasan a ser complementos, el ritmo lo imprimo a mi gusto y no me conformo. Así, me provocan proyectos, suelto ideas, me comprometo y me invento un futuro compartido. Y construyo mi ecuación perfecta. Con Alejandro y contigo. Con ustedes, con quienes siempre están sin importar la distancia, con los que están cerca y son parte esencial de esta experiencia tan simple de vivir.
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Asdrúbal, gracias por regalarme esta imagen que refleja en un instante lo infinito que significa sentir.